Muchos lobos (en Castilla y León)

Leemos con interés estos días que hay nuevos datos sobre los lobos presentes en el territorio de Castilla y León (CyL). A falta del informe técnico para evaluarlos, nuestro análisis es necesariamente somero, ceñido a la información que la administración de CyL ha decidido resaltar.

Antes de nada, cabe destacar que si podemos reseñar aquí esa nueva información sobre la población de lobos es porque una administración ha dedicado esfuerzo a obtenerla, y a presentar públicamente los resultados. Esa actitud es desafortunadamente rara en España. Esperemos que otras administraciones regionales imiten la medida, se esfuercen en conocer el estado de las poblaciones de animales y plantas sobre las que tienen responsabilidades de gestión, y en contárselo al público.

De la nota difundida por CyL en Internet parece trasmitirse optimismo: dice que detectan un incremento (20%) en el número de grupos; de 149 en un conteo durante 2000-2001 a 179 en el último. La noticia añade también que el conteo ha cubierto la totalidad de la superficie de la comunidad autónoma. No dice en cambio si en 2000-2001 se empleó el mismo esfuerzo, o si el incremento del 20% tiene en cuenta las diferencias de cobertura entre conteos. Tampoco lo aclara la presentación de resultados (ppt, 6MB) que acompaña a la nota; en ella, se comparan de forma directa los números actuales con los de 2000-2001.

Tendremos por tanto que ser cautos al evaluar los resultados, ya que sin conocer y estandarizar el esfuerzo de muestreo no es posible constatar incrementos ni declives. Es de suponer que los técnicos de CyL conocen el consenso científico al respecto de considerar el esfuerzo de muestreo a la hora de comparar conteos, y que sea la inmediatez del formato divulgativo la que genere las dudas. Lo sabremos cuando el informe correspondiente sea público.

Otro de los aspectos siempre llamativos de los llamados censos de lobo en España, y CyL no es excepción, es el afán por convertir los conteos de grupos en conteos de individuos. Dado que los individuos no se cuentan, para tal conversión hay que asumir un número de individuos por grupo. Se podrían entonces plantear diversos escenarios para reconocer la incertidumbre de tales asunciones, así como la variación estacional en el tamaño de grupo. Sin embargo, CyL aporta sólo el tamaño de grupo en verano – es decir, el máximo – para ofrecer sus cifras. Dice la nota además que han tenido en cuenta los individuos flotantes, es decir, aquellos que no forman parte estable de ningún grupo. Desconocemos como es posible conocer esa cifra con el método de censo declarado. Y la incertidumbre llama a la especulación: quizá venga bien la elección de CyL a la hora  de justificar cupos cinegéticos.

Por lo demás, la administración castellano-leonesa parece extraer conclusiones también optimistas en cuanto a su propia gestión. Otra de las fuentes que recoge la noticia del censo, El Confidencial, aporta declaraciones en este sentido a cargo del director general del Medio Natural de CyL, José Ángel Arranz:

Arranz ha incidido en que precisamente sea en las zonas donde más lobo se caza donde haya un mayor aumento de la población y manadas, lo que respalda que la actividad cinegética “no pone en peligro la especie”

Rescatamos algunas aportaciones de la literatura científica relacionadas con esa interpretación. Por ejemplo, el clásico de Rolf Peterson y coautores, Wolves of the Kenai peninsula, Alaska, publicado en 1984 en Wildlife Monographs1. En él, los autores recaban y discuten los efectos de la caza sobre la estructura de la población de lobos estudiada. Así, en el apartado de conclusiones del citado trabajo, leemos:

Empirical data indicated that wolf density declined when harvest the previous winter exceeded 40% and increased when harvest was <35%

Thus, we predict that, compared to unharvested populations, harvested wolf populations should consist of smaller packs,
contain a higher number of packs per area, and include a higher total number of pups

El primer párrafo se traduce en que el nivel de extracción puede determinar que la población de lobos disminuya, o aumente. El segundo dice que, en comparación con poblaciones no explotadas, las poblaciones de lobos sometidas a extracción estarán formadas por más grupos, siendo estos más pequeños e incluyendo mayor número de cachorros.

No es un resultado aislado. Similares implicaciones extrae Haber (1996)2 de sus datos sobre los lobos de Alaska (enlace al pdf debajo). También se pronuncia en la misma línea el mucho más reciente More than Mere Numbers: The Impact of Lethal Control on the Social Stability of a Top-Order Predator de Wallach et al. (2009)3. Este último es un artículo de acceso público. Rescatando un párrafo del sumario, leemos:

Comparison of abundance and stability among all sites and years demonstrated that control severely fractures social groups, but that the effect of control on abundance was neither consistent nor predictable. Management decisions involving large social predators must therefore consider social stability to ensure their conservation and ecological functioning

Es decir, “el control de población fractura los grupos sociales, pero su efecto sobre la abundancia fue inconsistente e impredecible. Las decisiones de manejo que atañen a grandes carnívoros sociales deben por tanto considerar la estabilidad social para asegurar su conservación y función ecológica”.

Desconocemos que razones llevan, según El Confidencial, al Sr. Arranz ha interpretar los datos como lo hace, y a ignorar la literatura científica en asuntos que parecen ser su responsabilidad. En cualquier caso, a la vista de la misma no compartimos sus conclusiones, ni su auto-evaluación favorable.

Referencias
[1] Peterson RO, Woolington JD, Bailey TN. 1984. Wolves of the Kenai peninsula, Alaska. Wildlife Monographs: 3–52
[2] Haber GC. 1996. Biological,  Conservation, and Ethical Implications of  Exploiting and Controlling Wolves. Conservation Biology 10:1068–1081
[3] Wallach AD, Ritchie EG, Read J, O’Neill AJ. 2009. More than Mere Numbers: The Impact of Lethal Control on the Social Stability of a Top-Order Predator. PLoS ONE 4:e6861