En nuestra presentación en esta web enumeramos nuestros objetivos específicos, así como el planteamiento más general, que reproducimos aquí:
Desde un punto de vista más general, trabajamos sobre la base de que la conservación integral de ecosistemas es clave para garantizar nuestra supervivencia como especie.
No es simple, no. Al contrario. La defensa de una especie determinada puede llevar a conflictos con los defensores de otras. Ya sea porque 1) las interacciones antagonistas (competencia, predación, parasitismo etc.) forman parte de los ecosistemas, y de la evolución de las especies que ahora contemplamos; y 2) una especie – por definición – tiene necesidades distintas de otras, y las actuaciones de gestión monoespecífica tienden a ayudar en el mejor de los casos a la especie focal. Por eso no deberíamos insistir en simplificaciones y parches.
Sin embargo, los lobos son un ejemplo habitual de “biodiversidad molesta”, una suerte de soy conservacionista, pero esa especie dificulta mis objetivos. No pocas veces hemos oído aquello de que no habría veneno si no hubiera lobos, desde sectores supuestamente conservacionistas.
Estos días nos llega otro ejemplo, desde Galicia. Extraemos dos frases relevantes de una ponencia organizada por la Asociación Galega de Custodia do Territorio (entre 26:55 y 28:15 en el vídeo enlazado):
“… los planes de recuperación de la especie [oso pardo] deben tener muy en cuenta no sólo al oso sino al resto de animales que viven en la misma zona y que provocan daños, provocan malestar, y al final el que lo puede pagar es el oso”
” [el lobo] es una especie que debe ser gestionada; no hay que eliminar los lobos pero se pueden gestionar y regular sus poblaciones para evitar que dentro de esta zona donde viven los osos una mala gestión de la especie lleve al uso de venenos, que al final mata todo, mata más lobos de los que mataríamos de forma regulada y legal…”
Nos preguntamos si el ponente y la asociación de custodia del territorio ignoran los principios de conservación de la biodiversidad, de ese o cualquier territorio, así como la legislación ambiental. Nos preguntamos si optan por una biodiversidad a la carta.
¿Qué tal si definimos planes de conservación integrales, o mejor aún, respetamos las leyes existentes, y denunciamos a los envenenadores y pirómanos?
¿Qué tal si discutimos qué razones sustentan los métodos letales de “gestión” de la población de lobos, o cuantos lobos mueren de modo ilegal, o quién ha demostrado que los controles amparados por las administraciones disminuyen el furtivismo y el conflicto?
¿Qué tal si conservamos sin destruir?