Chimeneas de hadas

Por Juan Ángel de la Torre
Enero de 2017
Biólogo

Hablemos de geología, y también de biología; de ecología en concreto, porque vienen a la mente ideas relacionadas. ¿Conocéis las formaciones geológicas llamadas chimeneas de hadas, o los cerros testigo? Son espectaculares, y demuestran un efecto geológico bien estudiado: los materiales duros y resistentes son capaces de evitar la erosión de los que subyacen, los que están por debajo.

Seguro que todo el mundo ha oído hablar de las pirámides tróficas, aunque sean menos populares que las arquitectónicas de Egipto o Centroamérica. En cualquier caso, los problemas estructurales que afrontan son similares: si la cumbre no permanece, el resto es más vulnerable. Imaginaos que rompemos la cumbre de una pirámide arquitectónica intencionadamente, y dejamos que actúen la erosión y la meteorización; dejamos que entren el agua, y que actúen el viento, el hielo etc. La pirámide tiene los años o los siglos contados.

En las pirámides ecológicas, los grandes carnívoros se encuentran en la cúspide, son especies apicales, y su presencia salvaguarda al resto de especies, a los bloques de abajo; a corzos, jabalíes, ardillas y aves, anfibios y reptiles.

¿Qué produce la erosión?  ¿Qué o quién rompe la cumbre de la pirámide? La naturaleza erosiona las rocas a través del viento, el agua, el hielo… y aun así existen las chimeneas de hadas. Pero ¿quién erosiona la cúspide de la pirámide trófica que ocupan lobos, linces, y quizás osos? No es la naturaleza, sino el ser humano.

¿Cómo es que en este país se meteoriza la cúspide de la pirámide faunística? ¿Cómo se consienten continuamente cacerías en territorios de lobo, de oso y de lince en las que, esté o no autorizado matar a esa especie, se le molesta gravemente cuando no se les dispara directamente?

Para más desgaste, se les somete a explotación turística sin denuedo, en periodos de reproducción, e irrumpiendo en las áreas más necesarias para su conservación. Explotación turística que debiera ser absolutamente incompatible con la explotación cinegética, pero no es el caso. En este país se puede someter a las especies a su observación haciendo negocio con ello y, a renglón seguido, cazarlas; ocurre, por ejemplo, en la Montaña Leonesa o Palentina, y en la Sierra de la Culebra zamorana.

Difícilmente podremos mantener ecosistemas íntegros en este territorio si nos dedicamos a erosionar y debilitar a las especies que garantizan su buena salud.