Tribuna publicada en el periódico «La Nueva España» (27/03/2025)
por Ignacio Martínez
Para trasladar apreciaciones sobre una especie que no es común, hay que manejar el conocimiento, que no ha de ser necesariamente popular. El lobo ibérico, que afortunadamente está presente en España y Portugal, estuvo muy mal antes de nuestra incorporación a Europa –en el atraso y salvajismo humano patrio–, está mejor desde hace más de tres años en el núcleo de su población, el noroeste español –gracias a una iniciativa (no política) de esta humilde asociación que no dispone de liberados–, y no puede volver a ser objeto de irracionalidad en pleno siglo XXI.
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No hay ni puede haber sobrepoblación de lobo. Como cúspide de nuestros ecosistemas, es necesariamente escaso, y se distribuye territorialmente copando el territorio socialmente. En una zona determinada, si hay un grupo, no puede haber ni dos ni tres ni múltiplo. Ocupan una extensión en función del hábitat y recursos tróficos. O sea, una región acoge a ciertos grupos para que puedan ejercer su papel.
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Como depredador apical, el lobo controla su propia población. En cada grupo se reproduce una sola pareja, si acaso, al año.
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No existe la sobreprotección. O se respeta su papel, o no. La hipocresía es afirmar quererlo, pero no tanto, ya que vamos a rebajar el cariño en unos cuantos ejemplares. Como si hubiese hijos pequeños de un dios menor jugando a los dados con la vida.
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Las bajas en los negocios ganaderos, cuando los animales están abandonados, son consecuencia del incumplimiento de la ley. Está sobradamente probado que el daño es nulo con una adecuada gestión profesional. Si no se cuidan las cabezas, el empresario ahorra costes pero debe asumir pérdidas. Las mismas pueden tener causas varias: enfermedades naturales, accidentes, perros, e incluso lobos. Una vez muerto un ejemplar, puede ser carroñeado por otras especies.
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Nunca hubo interés por aplicar una gestión de los daños cumpliendo la legislación, con buenas técnicas y formación evitando la picaresca para ingresar dinero público por los efectos de la mala gestión del ganado. Se consiente un fraude sistemático. ASCEL puede acreditar que Asturias y Cantabria han mentido en boletines oficiales anunciando daños falsos que ni siquiera coinciden con los datos de los expedientes oficiales aportados.
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Matar lobos nunca condujo realmente a reducir pérdidas. Durante muchos años en Asturias y otras comunidades se mataron ejemplares sin reducir ni significativamente ni de modo estable daños.
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En todo caso, el ganado es de los empresarios privados, y el lobo es un bien público que ejerce una papel ambiental insustituible, a diferencia del ganado. El interés público ha de primar sobre lo privado. El lobo no es de los gestores de un territorio, ni menos aún, de los rurales de ese territorio. Como las orcas, por ejemplo, de todos los españoles.
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ASCEL consiguió la protección del lobo en toda España, demostrando que se cumplían las condiciones determinadas precisas para ello, y superando un control de un comité científico independiente. Seguimos discutiendo el nivel de protección en los tribunales, porque reclamamos más, como es su inclusión en el catálogo.
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La protección de una especie, en España, no depende de su población, ni del denominado «estado de conservación» que, en todo caso, tampoco depende (menos mal) de las comunidades autónomas.
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La argumentación del partido popular (Boletín Oficial Senado 18/02/2025) reza «(…) los cadáveres de ganado generados en un año por ataques de fauna silvestre, suponen un impacto […] de 4 millones de kilos de carne, dado que fueron más de 14.000 las reses muertas entre terneros, vacas, potros y ovejas«. Otro perrito piloto, oiga. Esto es lo que hay. Con la misma frialdad del PP, en España, según datos oficiales, esto supone un 0’07% de las casi veinte millones de cabezas de vacuno, caballar y ovino. El problema es clamoroso, vamos, sobre todo porque son 1.214 millones de kg/l los alimentos desperdiciados en 2023, principalmente por los hogares.
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Preciso es recordar que estamos pagando con generoso dinero público al sector agropecuario por varias vías (i) estructural – PAC, (ii) coyuntural – daños, (iii) paliativo –medidas preventivas (iv) otras. Y todo ello para garantizar un abastecimiento respetando la protección de la biodiversidad ¿verdad?.
En Asturias, sobran malos ganaderos, ganado abandonado y políticos que se arrastran por escasos votos sobrevalorados, ignorando el marco normativo y la decencia argumental. Las Cortes, lamentablemente, parecen un chigre más allá del horario de cierre. Clama a la tierra.