La idea expresada en el título no es particularmente sorprendente desde el sentido común; no obstante, el sentido común no es estable, y debe ser contrastado por ciencia.
Una de las razones para promover «gestión cinegética» de lobos es que la oportunidad de cazarlos proporcionaría argumentos conservacionistas incluso a aquellos sectores sin sensibilidad o conocimientos previos. Algo así como «si podemos matar unos cuantos, protestaremos menos». Y no pocos implicados en la gestión de los lobos abrazaron esa modalidad de conservación sonriente.
Acaba de publicarse un artículo científico cuestionando esa idea, a partir de datos recogidos en Wisconsin (USA). No podemos proporcionar aquí acceso al artículo completo, aunque sí al extracto divulgativo elaborado por la institución a la que pertenecen algunos de los autores. En esencia, las primeras impresiones apuntan a que la tolerancia hacia los lobos disminuyó – especialmente entre cazadores – a pesar de existir la posibilidad de cazarlos. Es de esperar de todas formas que aparezcan estudios a más largo plazo y con mayor tamaño de muestra.
Los estudios sociológicos se consideran importantes en biología de la conservación desde la definición de la disciplina. Esos estudios serán los responsables de aclarar, de forma contrastable y repetible, qué efectos sociales podemos esperar de las medidas de gestión. Esperemos que vayan sustituyendo a las meras asunciones.
En nuestra presentación en esta web enumeramos nuestros objetivos específicos, así como el planteamiento más general, que reproducimos aquí:
Desde un punto de vista más general, trabajamos sobre la base de que la conservación integral de ecosistemas es clave para garantizar nuestra supervivencia como especie.
No es simple, no. Al contrario. La defensa de una especie determinada puede llevar a conflictos con los defensores de otras. Ya sea porque 1) las interacciones antagonistas (competencia, predación, parasitismo etc.) forman parte de los ecosistemas, y de la evolución de las especies que ahora contemplamos; y 2) una especie – por definición – tiene necesidades distintas de otras, y las actuaciones de gestión monoespecífica tienden a ayudar en el mejor de los casos a la especie focal. Por eso no deberíamos insistir en simplificaciones y parches.
Sin embargo, los lobos son un ejemplo habitual de «biodiversidad molesta», una suerte de soy conservacionista, pero esa especie dificulta mis objetivos. No pocas veces hemos oído aquello de que no habría veneno si no hubiera lobos, desde sectores supuestamente conservacionistas.
«… los planes de recuperación de la especie [oso pardo] deben tener muy en cuenta no sólo al oso sino al resto de animales que viven en la misma zona y que provocan daños, provocan malestar, y al final el que lo puede pagar es el oso»
» [el lobo] es una especie que debe ser gestionada; no hay que eliminar los lobos pero se pueden gestionar y regular sus poblaciones para evitar que dentro de esta zona donde viven los osos una mala gestión de la especie lleve al uso de venenos, que al final mata todo, mata más lobos de los que mataríamos de forma regulada y legal…»
Nos preguntamos si el ponente y la asociación de custodia del territorio ignoran los principios de conservación de la biodiversidad, de ese o cualquier territorio, así como la legislación ambiental. Nos preguntamos si optan por una biodiversidad a la carta.
¿Qué tal si definimos planes de conservación integrales, o mejor aún, respetamos las leyes existentes, y denunciamos a los envenenadores y pirómanos?
¿Qué tal si discutimos qué razones sustentan los métodos letales de «gestión» de la población de lobos, o cuantos lobos mueren de modo ilegal, o quién ha demostrado que los controles amparados por las administraciones disminuyen el furtivismo y el conflicto?
El pasado 16 de octubre, el director del Parque Nacional de los Picos de Europa, Mariano Torre Antón, dictó una resolución que autoriza:
…realización de un control poblacional de lobo (Canis lupus signatus) en el interior de dicho espacio protegido
En concreto, la resolución contempla la muerte de 3 lobos en la zona colindante entre Asturias y Cantabria. Nada nuevo; la diligencia de los responsables del citado espacio protegido en la protección de la fauna salvaje es bien conocida, y se les recordará por ella.
Desde ASCEL hemos solicitado la información técnica en la que se basa la autorización, especialmente al apoyarse en afirmaciones como:
«la sobreabundancia de la especie en este momento»
«importantes repercusiones, particularmente para el ganado ovino y caprino…»
«la movilidad del grupo o grupos familiares correspondientes en el entorno de la raya entre las comunidades autónomas»
También hemos presentado recurso de alzada, fundamentado en la nula argumentación de la resolución, la inclusión en la misma de métodos prohibidos como el uso de cebaderos y elementos de visión nocturna o iluminación, y la autorización de participación a personas no vinculadas a la administración (y por tanto sin competencias ni capacidades legales en la materia).
Un análisis del Programa Anual de Control de la Población de Lobos 2014-2015
Por Javier Naves Cienfuegos
Doctor en Biología y Técnico de la Estación Biológica de Doñana-CSIC
jnaves [at] ebd.csic.es
A las razones que generalmente se esgrimen para cazar y sacrificar animales [vertebrados] salvajes (ocio y deporte, eliminación de plagas y competidores, reestablecer equilibrios ecológicos, ejercicio de la tradición, etc.) se añaden, en el caso de las poblaciones de lobos en España, otras que tiene que ver con la conflictividad social. De esta manera, términos como niveles de conflictividad, criterios sociales de gestión, capacidad social de acogida, grados de tolerancia, y otros similares, salpican los documentos técnicos y legales que enmarcan la gestión de la especie en nuestro país [1].
En Asturias, donde el lobo no es considerado especie cinegética, el Decreto 155/2002 que aprueba el Plan de Gestión del Lobo en el Principado, señala la obligación de realizar programas anuales de actuaciones de control, en los que se definan las zonas, los métodos y los cupos de eliminación y extracción de lobos (esto es, cuántos matar o camadas retirar, cómo y dónde) teniendo en cuenta tres criterios: a) los datos poblacionales de lobos, b) la predación sobre ganado atribuida a la especie, y c) la evaluación del grado de conflictividad social existente. El caso asturiano ofrece, por tanto, la posibilidad de entender que es la conflictividad social –o cómo la interpreta la administración con competencias en la gestión en este caso- a la luz de su papel dentro del conjunto de criterios señalados.
En dicho documento la administración asturiana determina 7 áreas para la gestión de los lobos, más una octava denominada “Áreas sin gestión específica” (Figura 1), y establece el número total previsto de lobos a sacrificar o extraer en cada zona en un año.
Figura 1. Zonas de gestión consideradas en el Programa Anual 2014-2015 para evaluar la demografía de la población de lobos, la predación sobre ganado atribuida a la especie, y la conflictividad social existente; criterios todos ellos utilizados a la hora de decidir el número de lobos a eliminar o extraer en dichas zonas.
El citado plan de control aporta datos sobre los dos primeros criterios considerados en el Plan de Gestión del Lobo para establecer cupos de lobos a sacrificar (predación sobre ganado, población de lobos), y hace consideraciones genéricas sobre el tercero (conflicto social), sin aportar ninguna observación o detalle de cómo se define el criterio de conflictividad, ni de sus posibles valores.
El planteamiento metodológico de este pequeño ejercicio que propongo es simple: si de la “ecuación” con tres variables que van a justificar la muerte de un número determinado de lobos, conocemos los datos de dos de ellas (predación sobre ganado y población de lobos), podremos cuantificar la desconocida (el grado de conflictividad) una vez despejada. En la Tabla 1 aporto los datos utilizados para el análisis, extraídos del mencionado documento [2].
Tabla 1. Datos utilizados en este trabajo. Fuente: Programa anual de control de la población de lobos 2014-2015 y elaboración propia [2]. (i) Se utilizan el número total de grupos (37 seguros y 2 probables) y el número de grupos reproductores, 29, dados en el documento. (ii) He considerado que una camada – c – equivale a 4 ejemplares, un grupo reproductor equivale a 6 ejemplares; un grupo no reproductor equivale a 2.
He llevado a cabo análisis de regresión donde la variable a que queremos explicar es el número previsto de lobos a eliminar durante un año, en el ejercicio de 2014-2015. En el análisis las variables que a priori pueden explicar ese número de lobos a eliminar son los criterios que establece el Plan de Gestión de los que disponemos de datos: a) el importe pagado por predación sobre ganado (en miles de €), y b) el número de lobos en el año anterior (2013), estimados del nº total de grupos o del nº de grupos reproductores del año anterior (2013). Podemos entender así que la variabilidad en los datos no explicada por las regresiones responde al tercer factor no conocido (el conflicto). Los resultados detallados del análisis se incluyen en las notas al final del documento [3, 4].
Los resultados indican que las variables nº grupos lobos y miles €, las únicas conocidas, explican un 33% de la variabilidad del número de lobos a eliminar [5]. Por lo tanto, 2/3 de la varianza sin explicar estarían asociados al tercer factor de la ecuación, la conflictividad social, que parece por tanto tener un significativo papel a la hora de establecer y aprobar los objetivos de eliminación de lobos en las diferentes zonas en el periodo 2014-15. Sin embargo, los datos relativos a conflictividad social son desconocidos (nada he podido encontrar en el documento) [6].
No obstante, el análisis que he realizado tiene limitaciones y asume algunas premisas. Señalo algunas:
En primer lugar, he realizado un análisis simple tomando como variables predictoras los datos del año precedente (2013 en este caso). Formalmente los programas anuales deberían establecer los cupos de extracción, según lo dicho en el Plan de Gestión del Lobo (el subrayado es mío):
a partir del análisis de los datos poblacionales recogidos, la evolución del número de daños y la evaluación del grado de conflictividad social existente
Pero ni en el Plan de Gestión ni en los Programas Anuales se aclara qué periodos se utilizan para el análisis de los datos poblacionales, qué periodos se usan para analizar la evolución de los daños, y cómo se evalúa el grado de conflictividad. En cualquier caso, la posibilidad de incluir los datos disponibles de otros programas anuales de control (al menos sobre número de grupos y coste de los daños) en análisis similares a los aquí realizados, permitiría, aumentando el tamaño de la muestra, considerar más variables (por ejemplo, las tendencias o “evoluciones” que señala el Plan) y facilitaría una mejor comprensión de cuáles han sido los criterios utilizados en la realización de los mencionados programas anuales de control de población.
Y en segundo lugar, con este análisis he pretendido desentrañar cuánto pesa el criterio conflicto social frente a los otros dos criterios con datos conocidos (para el Programa 2014-15). Sin embargo, el análisis no dice nada sobre qué es ese conflicto social, y cómo lo entiende la administración a la hora de establecer los números de lobos a eliminar cada año. De hecho, el significado de los tres criterios no es, a mi entender, muy claro. Porque ¿qué significa que el número de lobos es un criterio a considerar, independientemente de los otros dos? Si ese número de lobos no está definido por los daños ni el conflicto social, ¿a qué tipo de umbral nos estamos refiriendo? Pero volviendo al tema de mi análisis, si la conflictividad social es algo diferente de la predación sobre ganado (o los euros abonados en ese concepto) ¿qué es entonces realmente? ¿pérdidas económicas no valoradas? ¿pura hostilidad?
Creo que nuestra capacidad de hacer las cosas cada vez mejor depende de entender cómo se han hecho. En este caso, racionalizar la gestión de la población de lobos en Asturias. Mi pretensión con este pequeño “ejercicio” es, más que dar resultados o respuestas, sugerir ideas para avanzar en ese camino.
[2] Ha sido necesario realizar algunas estimas para cuantificar algunos parámetros (p.e., a cuántos ejemplares equivale una camada a extraer o un grupo de lobos a sacrificar). He considerado que una camada equivale a 4 ejemplares; un grupo reproductor equivale a 6 lobos; un grupo no reproductor equivale a 2.
[3] Se construyeron modelos lineales generalizados (GLM) utilizando una función binomial negativa para el ajuste. El análisis realizado con las dos variables simultáneamente incluidas en el análisis (nº de grupos y euros por daños) resulta forzado dado el pequeño tamaño de muestra (N=8 zonas). Se añaden los análisis con una sola variable con objeto de ofrecer mayor seguridad en los resultados.
[4] Resultados de los análisis de los modelos construidos con datos del Programa anual de control de la población de lobos 2014-201). Variable respuesta: número previsto de lobos a eliminar; potenciales variables predictoras con datos conocidos: a) daños (miles de € 2013) y b) el número total de grupos 2013. Los análisis se realizan con los datos de cada zona (N=8).
(i) AIC = Criterio de Información de Akaike (una reducción de 2 o más unidades respecto al modelo nulo equivale a modelos estadísticamente significativos). (ii) D2 (%) ≈ varianza explicada de las variables consideradas en cada modelo (en %).
[5] El escaso poder predictivo de las variables daños y número de grupos de lobos queda patente en que ninguno de los modelos construidos es estadísticamente significativo (AIC < 2 respecto al modelo nulo en todos los casos). En el planteamiento realizado, el conflicto social debe de ser el factor que aportaría consistencia (significación) al modelo al acumular el grueso de varianza. Los resultados obtenidos con el número de grupos reproductores en vez de los mostrados con el número de grupos de lobos total son similares (no los anoto para no aburrir en exceso con los números).
La zona denominada Áreas sin gestión específica, con 63.9 mil € de daños atribuidos a los 3 grupos de lobos existentes y una propuesta de eliminación de todos los ejemplares (14 estimados en estos análisis) juega un papel clave en la falta de proporcionalidad de los criterios (y por tanto en los resultados obtenidos). Podemos comparar esta zona con, por ejemplo, la zona 01-Noroccidental con algo menos coste de daños (43.3 mil €) y el mismo número de grupos de lobos (3) pero donde está prevista la eliminación de dos ejemplares.
Hay que ser prudentes en la interpretación de los valores absolutos de los números de lobos a eliminar o extraer previstos en caza zona (y para el año estudiado). El análisis realizado observa simplemente si la distribución del número total de lobos previsto a sacrificar en el conjunto del año entre las diferentes zonas guarda proporcionalidad respecto a los criterios (daños y nº de lobos) con objeto de atribuir el resto de la varianza al tercer factor (conflicto social). No estoy examinando el efecto demográfico (y por extensión ecológico) que esos números puedan tener sobre la población de lobos.
[6] Fernández-Gil (2013) llega a similares conclusiones mediante un análisis diferente, considerando (para el periodo 2006-2009) el número de lobos sacrificado realmente (no el previsto) como variable respuesta y como variables explicativas el número de grupo de lobos, los daños (€) y el número de noticias sobre daños en un periódico regional de Asturias como indicador del conflicto social. El número de noticias parecía ser la variable con mayor poder explicativo del número de lobos que fueron realmente sacrificados.
Consideramos inaceptables las fotografías colgadas por dos celadores de la Junta de Castilla y León en el foro de la Asociación Española del Perro de Sangre, en el cual ambos individuos posan con una gran sonrisa y sin ningún tipo de pudor con una loba que acaban de cazar durante un control de la especie, entendemos que autorizado por la propia administración.
El relato de uno de los propios celadores en el Foro narra de forma escabrosa el disparo que realiza, la agonía del lobo huyendo herido, el ataque del perro, e incluso se atreve con el sonido del disparo final, el que ejecuta un lobo más en un espacio natural protegido, el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina.
Es imprescindible recordar que estos celadores son trabajadores de una administración pública, y resulta improcedente que realicen este alarde grotesco de una actividad oficial que es parte de su trabajo. La presencia de un perro de sangre, que a buen seguro no ha sido aportado por la administración, los comentarios en el foro cinegético, el posado con el trofeo, hacen dudar a cualquier ciudadano si se encuentra ante un funcionario público en el desarrollo de sus funciones o ante un cazador que ha comprado un permiso de caza, eso si, en este caso pagado con los impuestos de todos los ciudadanos.
Los controles de población de lobos son un asunto muy controvertido de la gestión de la especie, y pueden tener muy poca, si es que alguna, justificación, ya sea técnica, científica e incluso ética. Máxime si estos se producen en una zona donde los daños a la ganadería son muy reducidos y su impacto económico es muy reducido.
No es de extrañar que la población sensibilizada con la conservación de la naturaleza tenga muchas dificultades para comprender y valorar el trabajo de estas personas, que tienen como función básica la conservación de la fauna. Y tampoco parecen comprensibles los supuestos fundamentos en que se basan las administraciones que las dirigen. Y más incomprensibles aún si, como en este caso, se alardea de algo que tiene muy poca gracia.
¿Qué pensaríamos si algunos policías, una vez ejecutado un desahucio, se hicieran fotos sonrientes y orgullosos frente a la puerta desvencijada de la vivienda y la mirada desolada de las personas desalojadas?. Mientras tanto, algunos técnicos de las administraciones de medio ambiente se preguntan, asombrados, porqué los “ecologistas” se muestran tan críticos con su razonable gestión de los recursos naturales, en general, y de lobos, en particular.
Por último, ahora que la Junta de Castilla y León ha firmado ya el finiquito de una figura anacrónica como eran las Reservas Regionales de Caza, ASCEL solicita la desaparición de la figura de celador de caza de la administración regional, y que esos trabajos pasen a ser desarrollados por los agentes medioambientales.
En 2012 el sindicato agrario ASAJA, fue beneficiario de una ayuda pública concedida por la Fundación Biodiversidad (dependiente del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente) por un importe de 64.000 euros, para la ejecución del proyecto “La ganadería extensiva como pieza clave en la conservación del lobo”, a realizar en la provincia de Ávila.
Se da la circunstancia de que este sindicato colgó en diversos municipios de esta provincia, carteles invitando a la asistencia a una manifestación en 2012 y con la leyenda “Matemos a los lobos”, en lo que parecía una festiva reivindicación de los ganaderos dirigida al Consejero Silván. A este desafortunado incidente hay que sumar las declaraciones de Donaciano Dujo, presidente de ASAJA en Castilla y León, quien manifestó públicamente que “es incompatible la ganadería con la existencia de lobos”. Del mismo modo, en las últimas semanas estamos presenciando con asombro una beligerante campaña contra el lobo en la provincia de Ávila, orquestada por los principales sindicatos agrarios de la provincia, entre ellos ASAJA.
Desde ASCEL, no podemos entender este doble juego de ASAJA, que por un lado incita al exterminio del lobo en Ávila y manifiesta públicamente que es una especie incompatible con la ganadería, y por otro lado no duda en recurrir a fondos públicos para desarrollar un proyecto de conservación en el que el lobo es la especie a proteger.
Por este motivo, desde ASCEL hemos enviado un escrito a la Fundación Biodiversidad y al Ministerio de Agricultura, en el que solicitamos que se pida explicaciones a ASAJA sobre estos incidentes y a la vez se retire dicha ayuda pública, debido a la manifiesta incoherencia que practica el sindicato agrario.
Igualmente se ha mandado una carta a ASAJA, en la que transmitimos nuestra perplejidad y desagrado ante lo que es una indudable muestra de doble lenguaje, hipocresía y tomadura de pelo a las administraciones públicas de conservación en particular y a la ciudadanía en general.