Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico

Por matar unos lobos…

Por Mario Quevedo de Anta
Biología de Organismos y Sistemas – Ecología, Universidad de Oviedo
Campus del Cristo, 33006 Oviedo
quevedomario [at] uniovi.es

No pasa nada. O eso toca oír y leer de vez en cuando.

Y el caso es que no es posible sostener tal afirmación. No al menos en las cercanías de la Biología, ciencia que estudia los seres vivos. Sin embargo, no es difícil encontrar declaraciones equivalentes a cargo de biólogos nacionales y extranjeros[1] (incluyo ahí a responsables públicos que debieran estar asesorados por biólogos), casi siempre en relación directa con las también habituales políticas de “control de poblaciones”. Puede que la afirmación tenga su origen fuera de los límites de la ciencia, al calor de culturas y religiones antropocéntricas. Pero examinar cultura, religión o sociología queda en manos de especialistas en esas disciplinas; aquí me quedo con la parte biológica[2].

En biología la afirmación no tiene sentido, digo. Para sostener que no pasa nada por matar un animal, necesitamos que se cumplan al menos dos premisas: 1) que haya suficientes animales en la misma población; y 2) que esos individuos sean equivalentes.

De 1) se ocupa el concepto de población mínima viable: el número de individuos de una especie que interaccionan entre sí con más frecuencia que con otros, y cuya probabilidad de extinción sin incluir causas externas es muy baja (e.g. menos del 5% en 50 años). Es un concepto clásico en biología de la conservación, y conjuga al menos demografía y genética [3]. Es también un concepto polémico, no por su validez general, pero sí por la capacidad real de fijar umbrales genéricos de viabilidad.

El punto 2)  es menos famoso. Tratamos muchas veces las poblaciones de animales y plantas como cajas negras, por simplificar, asumiendo que no existen diferencias entre los individuos que las forman. No obstante, los biólogos sabemos – debemos saber – que los individuos de una población no son iguales. No necesariamente aportan lo mismo a la población, ni interaccionan de la misma forma con el resto de la comunidad ecológica. Es intuitivo: piensa en tu población, y si te da igual coincidir con un vecino u otro; si todos los individuos del pueblo realizan las mismas tareas, si todas las niñas cogen el mismo número de catarros, o si son igual de hábiles pintando.

Las poblaciones de animales no humanos también están compuestas por individuos no equivalentes[4]. Hay machos, hembras, adultos, juveniles, ancianos, más fuertes, más débiles, expertos, inexpertos; hay individuos con comportamientos y temperamentos muy distintos. Los lobos no son una excepción. Al contrario, son una especie particularmente social: viven en grupos familiares[5] en los que conviven individuos de distintas generaciones, y en los que existe división de funciones; cooperan para sacar adelante las camadas y para obtener alimento, y enseñan a las crías habilidades adquiridas de caza y supervivencia[6].

ARKive photo - Grey wolves fur colour variation
La variación en la coloración, especialmente marcada en algunas poblaciones, es sólo una de las múltiples posibilidades de diferenciación individual.

Dado que los individuos son distintos, sí pasa algo por matar unos lobos. Por un lado, no todos los componentes de la población son igual de vulnerables; por otro, matando unos se eliminan características genéticas y etológicas presentes o disponibles en la población, modificando por tanto la misma[7,8]. Imagina un grupo familiar constituido, al final del verano, por la hembra y el macho reproductores (los célebres alfas), un adulto de tres años, ya experimentado, un par de subadultos de un año (de tamaño idéntico a los adultos pero inexpertos), y 5 cachorros nacidos en primavera. Imagina ahora que en un control de población, de los del no pasa nada, se matan 3 (no te resultará difícil en estos tiempos y geografías). ¿Da igual qué individuos mueren? ¿Cazará el grupo las mismas presas, en el mismo sitio, con igual eficiencia, si muere alguno de los individuos experimentados? ¿Podrá defender y mantener su territorio frente a grupos vecinos? Esas son sólo algunas preguntas a contestar antes de emitir un no pasa nada, antes de restar importancia biológica al eufemismo control letal.

Y el caso es que los lobos no son una especie poco conocida, ni mucho menos. Es perfectamente posible, obligatorio para profesionales, encontrar respuestas debidamente publicadas a muchas preguntas. Algunas de esas respuestas no serán definitivas; otras deberán extrapolarse con cautela de una zona de estudio a otra (sí, ya sé que Denali no es Picos de Europa, y que en el Viejo Mundo tenemos muchas complicaciones…), pero son en cualquier caso las fuentes correctas en Biología hasta que nueva información científica las modifique, reafirme o generalice.

No es mi intención hacer aquí una revisión bibliográfica, sólo mostrar algunos ejemplos, tanto clásicos como muy recientes[9], de lo que sí se sabe:

Matar lobos fractura la estructura social de los grupos familiares, y no conlleva necesariamente que haya menos individuos en la población a medio plazo, o una reducción del impacto de la predación. La fractura social es especialmente acusada si se eliminan los individuos reproductores; la pérdida de los líderes implica frecuentemente la disolución del grupo familiar, y puede dar lugar a tasas de reproducción más altas en los grupos resultantes[10]. La ruptura social sistemática da lugar a grupos familiares más pequeños, que pueden además presentar tasas de predación superiores a las de grupos más grandes y estables; eso implicaría más presas abatidas pero menor proporción consumida de cada una[11].

¿Cómo es posible entonces que profesionales de la investigación, docencia o gestión de fauna sostengan que no pasa nada, o alguna variación equivalente?

Se me ocurren varias explicaciones, seguro que hay más. Prefiero pensar que la más frecuente será el descuido, incluyendo en el cóctel antropocentrismo y algo de desdén por la especie (pero sí, ahí me salgo de mi campo). Es posible también que no debamos interpretar ese no pasa nada en sentido estricto, sino entender que esos biólogos sólo pretenden informarnos de que matar unos cuantos individuos no implica borrar del mapa una población, ni mucho menos la extinción de la especie. O incluso pretendan quizá divulgar que por matar unos cuantos individuos no necesariamente disminuirá la densidad de población.

Bien está saberlo.

No obstante, estaría bien dejar de escatimar precisiones, y adjuntar las referencias oportunas que sostengan las afirmaciones. Convendría trasladar al público no especialista que el estatus de conservación de una población no es binario, tipo yin-yang, blanco-negro, extinto-extante[12]. Y la densidad de población no es – ni mucho menos – lo único importante en biología[13].

La Biología es una ciencia, y los biólogos somos profesionales. Creo que es mejor dejar el tono descuidado y el paternalismo para otros foros, en los que no arrastremos la profesión. Y escribo esto último en primera persona. A fin de que la profesión no se resienta, haciéndonos prescindibles, es recomendable también separar explícitamente el conocimiento científico de la opinión personal. No digo que sea siempre fácil, pero lo fácil en biología se hizo 200 años atrás, y no lo era entonces.

Notas y referencias
[1] En Norteamérica encontramos todo el rango de estatus de conservación de lobos, desde grupos poco afectados por mortalidad no natural hasta trampeo y exterminio; también llegan de allí ejemplos célebres de los efectos de los grupos de presión sobre las agencias medioambientales y los biólogos aledaños. Un par de ejemplos: Capps K. 1994. The Passion and Politics of Killing Wolves. Alaska, The Magazine Of Life on the Last Frontier, August 1994; Chadwick 2010, Wolf Wars. National Geographic, March 2010.

[2] Existen otros campos o vías de análisis. Una especialmente relevante sería la ética. En ningún caso pretendo desmerecerlas aquí.

[3] Shaffer ML. 1981. Bioscience 31, DOI 10.2307/1308256; Frankham R et al. 2014. Biological Conservation 170, DOI 10.1016/j.biocon.2013.12.036

[4] Bolnick DI et al. American Naturalist 161, DOI 10.1086/343878. Pueden existir excepciones, especialmente en invertebrados, en los que la reproducción asexual produzca descendientes virtualmente equivalentes. No es el caso en aves y mamíferos.

[5] El término manadas es impreciso, y ha sido criticado por tendencioso: Haber GC & Holleman M. 2013. University of Alaska Press [http://www.worldcat.org/oclc/833575121]

[6] Mech LD & Boitani L (Eds). 2003. University of Chicago Press [http://www.worldcat.org/oclc/51810720]

[7] La diversidad genética de una población implica más de lo que observamos en los fenotipos en un momento dado; implica también características no expresadas, pero disponibles ante cambios ambientales.

[8] Biro PA & Dingemanse NJ 2009. Trends in Ecology & Evolution 24, DOI 10.1016/j.tree.2008.11.001; Biro PA & Post JR 2008. PNAS 105, DOI 10.1016/10.1073/pnas.0708159105

[9] Lo más reciente en publicaciones científicas no implica necesariamente sorpresas o nuevos conocimientos, sino a menudo documentar mejor, con más datos, aquellos ya existentes.

[10] Haber GC 1996. Conservation Biology 10, DOI 10.1046/j.1523-1739.1996.10041068.x; Peterson RO et al. 1984. Wildlife Monographs 88; Borg BL et al. 2014. Journal of Animal Ecology DOI 10.1111/1365-2656.12256

[11] Vucetich JA et al. 2012. Behavioral Ecology and Sociobiology 66, DOI http://dx.doi.org/10.1007/s00265-011-1277-0; Zimmermann et al. 2014. Journal of Animal Ecology, DOI 10.1111/1365-2656.12280

[12] Extante sería antónimo de extinto; al parecer no ha llegado al español, y sería útil. Es habitual en inglés biológico (extant), y existe en francés y portugués.

[13] Räikkönen et al. 2013. PLoS ONE 8:e67218, DOI 10.1371/journal.pone.0067218

Otro lobo perece en un lazo colocado en el Sur de la dorsal gallega

El pasado 24 de agosto de 2014, en la Sierra do Suido y dentro del ayuntamiento de Fornelos de Montes (Pontevedra), se halló un lobo muerto en un lazo, artilugio ilegal tipificado como delito en el código penal.

El lazo estaba colocado entre la vegetación, en un paso de fauna utilizado por las distintas especies de animales salvajes que habitan la zona, y aprovechando un cierre para ganado que los animales salvajes tienen que sortear por lugares muchas veces evidentes.

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En el momento del hallazgo, el lobo debía llevar muerto entre mes y medio y dos meses y se encontraba en un avanzado estado de descomposición. No se pudo determinar el sexo ni la edad del animal, aunque por el tamaño de los restos podría tratarse de un macho joven o una hembra.

Se informó del asunto al Servicio de Medio ambiente de la Xunta de Galicia que desplazó a un Agente Medio ambiental al lugar para recoger los restos del animal y realizar un informe para dejar constancia del hecho. En las inmediaciones, tras una larga búsqueda sólo se pudo hallar otro lazo cercano al que había capturado al lobo. La zona está incluida en el territorio de un grupo familiar relativamente estable, en una zona de abundante ganado equino y vacuno.

 Procedimientos a seguir ante evidencias de delito.

Desgraciadamente, cada semana nos llega información sobre actividades furtivas que afectan al lobo. Sin embargo, casi nada podemos hacer si no se identifica a los culpables, o si los testigos o informadores no quieren involucrarse en la denuncia.

Tras el hallazgo o conocimiento de lazos, cepos, veneno u otro tipo de actuación ilegal (batidas sin permiso, tiroteo de un lobo sin autorización, etc.), se debería proceder de la siguiente manera:

1. No tocar los artilugios o evidencias encontradas, ni manipular la escena.

2. Contactar directamente con el SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, número de teléfono: 096). Adicionalmente, es conveniente informar al servicio responsable de Medio Ambiente de la Comunidad Autónoma correspondiente. Si se está en el campo y no se dispone de cobertura o dichos números, se debe llamar al 112 para dejar constancia de los hechos.

3. Facilitar la información de modo claro y conciso, y tomar fotografías que puedan servir de prueba sin alterar el lugar ni tocar los artilugios. En el caso de información sobre hechos ilegales, si se dispone de una prueba (fotografías) y otros datos como lugar, fecha y si es posible algún nombre, desde ASCEL podemos contactar con las autoridades asegurando el anonimato del informador, pero esto requiere su total confianza y disposición para apoyarnos en el procedimiento.

4. Una vez seguidos los pasos previos, desde ASCEL podemos verificar la apertura de diligencias y solicitar una investigación sobre los hechos asegurando el anonimato del informador.

5. Cruzar los dedos para que se encuentre al culpable, poder sentarlo como imputado ante un juez, y que la sentencia sea ejemplarizante.

Solicitudes de información (siempre con mortalidad de lobos de por medio)

Por un lado, ASCEL es una de las entidades conservacionistas que han solicitado información sobre el nuevo episodio injustificable en territorio astur. La nota de prensa emitida lo explica bastante bien.

Por otro lado, hemos presentado recientemente una solicitud de información a la Junta de Castilla y León sobre el coste económico de las patrullas de “control” de lobo. En concreto, y apoyados en la normativa que regula los derechos de acceso a la información, de participación pública y de acceso a la justicia en materia de medio ambiente, solicitamos la siguiente información:

Conocer el coste económico de las patrullas de control de lobo, teniendo en cuenta sueldos y salarios, vehículos, combustible, equipos materiales y amortizaciones de equipos, que ha supuesto a la Junta de Castilla y León el mantenimiento de las patrullas de seguimiento de fauna anteriormente citadas, concretamente en los años 2010, 2011, 2012 y 2013.

La Federación Gallega de Caza da palos de ciego en su afán por matar lobos sin justificación alguna

Desde hace ya varios años, la Federación Gallega de Caza está creando conflictividad para promover la caza del lobo en la provincia de Lugo sin justificación alguna. Tratando de confundir a la opinión pública de dicha necesidad, vienen empleando diferentes artimañas como señalar al lobo como un serio problema para la ganadería y las especies silvestres, para que su gestión esté únicamente orientada a fines cinegéticos.

Sin embargo, en cuanto a la incidencia del lobo sobre la ganadería, los datos públicos que maneja la propia Xunta de Galicia destacan que la afección es irrisoria en comparación con otras causas de mortalidad. El ganado muerto por la depredación del lobo es menos del 0.1% del ganado extensivo en Galicia. Enfermedades (como la lengua azul) o el robo de ganado causan pérdidas claramente muy superiores al gremio ganadero. Por tanto, la polémica generada es simplemente ficticia.

Actualmente, el Plan de Gestión del lobo en Galicia aprobado según el Decreto 297/2008 establece que pese a ser una especie cinegética, sólo se autorizarán batidas o controles si se demuestran casos de depredación recurrentes al ganado, y en ningún caso es justificable matar lobos porque éstos cacen corzos, una de sus presas naturales. El número de corzos matados legalmente en la provincia es de 3316 (temporada 2008-09, datos de la Xunta de Galicia). El número de corzos matado ilegalmente no está cuantificado pero podría ser importante: en otras provincias se ha llegado a estimar en un 40% de las piezas cobradas legalmente.

Además, en Lugo, dónde al menos el 95% del territorio es acotado de caza, se matan legalmente más lobos que en las otras tres provincias gallegas juntas pero el número de ataques al ganado no ha dejado de aumentar, cuando en las otras provincias se ha estabilizado o incluso disminuido. El matar lobos ya sea para disminuir su población numérica como para su aprovechamiento cinegético conlleva la desestructuración de las manadas, reduciendo el porcentaje de adultos y aumentando el porcentaje de jóvenes por manada lo cual influye en la experiencia y aprendizaje y puede generar un aumento de los casos de predación al ganado e incluso de la mortalidad; lo cual, resulta contraproducente si lo que se pretende es reducir los casos de predación al ganado.

Por otra parte, la reciente aparición en la península ibérica del díptero Cephenemyia stimulator cuya larva parasita los corzos ocupando la faringe y fosas nasales del animal podría estar diezmando la especie en algunas partes del noroeste peninsular. La procedencia de tal parásito en nuestro ámbito geográfico podría estar precisamente en relación con la introducción (ilegal) de corzos procedentes de otros países europeos por cazadores para, supuestamente, mejorar los trofeos de caza. Dicho parásito afecta a las vías respiratorias del animal infectado. Como consecuencia se reduce significativamente la condición física (fitness) del individuo siendo más vulnerable ante cualquier factor adverso (comida, competencia, sequía, temperaturas extremas, predadores, otros parásitos, molestias, etc.).

La conservación de los grandes carnívoros es justificable por fundamentos éticos y morales pero además imprescindible por razones ecológicas ya que regulan y sanean las poblaciones de sus presas (como el corzo) y previene que parásitos y plagas impacten severamente y numéricamente a sus huéspedes, beneficiando además a los cazadores los cuales tienden a matar a los individuos más ostentosos y los mejores trofeos realizando una selección negativa en las especies cinegéticas.
Por otro lado, los grandes carnívoros no precisan de ser controlados y su número está condicionado por el alimento disponible y la rivalidad territorial. Decenas de publicaciones demostraron que las hostiles disputas territoriales, agresiones y muertes entre ejemplares e incluso la supresión reproductora ejercida por ciertos individuos de la manada son claros limitantes numéricos sin necesidad ni justificación para usar la escopeta.

Para contrarrestar las evidencias de una pésima gestión cinegética que nos ha conducido a algunos de los desequilibrios ambientales de la situación actual, la Federación Gallega de Caza a través de su presidente busca por cualquier modo culpar al lobo y tratar de justificar su caza cuando es obvio que la presencia del predador frenaría la propagación del parásito al eliminar los ejemplares afectados. Lo más sensato es dejar de engañar a la opinión pública, reconocer la pésima gestión cinegética y cambiar el rumbo de la misma reduciendo los cupos de caza en las zonas más afectadas. En vez de ello, los cazadores apuestan por desviar la atención y criminalizar a los lobos por ejercer su papel ecológico como elemento natural de regulación y controlador sanitario.

Por todo ello, le pedimos al señor Francisco López, presidente de la Federación Gallega de Caza que deje de crear una cortina de humo sobre el lobo como chivo expiatorio de sus nefastas actuaciones y trate de mejorar su gestión por otras vías y modos más honestos y sensatos.

Sobre la proliferación del turismo de observación de fauna salvaje

– Algunas actividades de observación se llevan a cabo durante el periodo reproductor, y en localidades de cría; en el caso del lobo, el turismo de observación convive con la explotación cinegética y el control letal. Esos casos nos parecen especialmente preocupantes porque pueden incrementar el riesgo directo de mortalidad, así como el indirecto por alteración del comportamiento (más tiempo dedicado a la vigilancia que implica menos tiempo dedicado a la alimentación, cambio de lugares de refugio y reunión, etc.).

– Existen marcos normativos que determinan la obligación de evaluar el impacto que este tipo de actividades puedan tener sobre las especies implicadas. La Ley estatal 42/2007 del Patrimonio Natural y la Biodiversidad refleja la prohibición de molestar o inquietar intencionadamente a los animales silvestres. Otras leyes de ámbito nacional y regional señalan la necesidad de regular determinadas actividades turísticas sobre especies silvestres (generalmente aquellas amenazadas, y en el interior de espacios protegidos). Las administraciones competentes deben hacer cumplir la legislación vigente, incluidos los aspectos referentes a la evaluación del impacto de las actividades recreativas.

– En el caso de que los marcos normativos resulten laxos, necesitando entonces de adecuación a nuevas situaciones, es necesario anteponer la seguridad de los individuos de las especies observadas, así como de aquellas vecinas.

– Los argumentos favorables a las actividades de observación de fauna basados en experiencias personales no contrastadas, o en el auto-convencimiento de no ejercer molestias, carecen de la objetividad necesaria en biología de la conservación y gestión de fauna.

– Algunos argumentos favorables a las actividades de observación de fauna se apoyan en potenciales beneficios para las economías rurales, que revertirían en la propia conservación de las especies observadas. Entendemos que los potenciales beneficios de conservación deben ser acreditados objetivamente para poder ser incorporados a la gestión, diferenciándose así de la propaganda comercial. En cuanto a los aspectos socio-económicos, nuestro objetivo como asociación es la conservación del medio natural; existen otros ámbitos de estudio y promoción de iniciativas socio-económicas. En cualquier caso, esos presuntos beneficios socio-económicos deben ser igualmente acreditados por profesionales competentes.

Reflexiones sobre los criterios utilizados en Asturias para establecer el número de lobos a sacrificar

Un análisis del Programa Anual de Control de la Población de Lobos 2014-2015

Por Javier Naves Cienfuegos
Doctor en Biología y Técnico de la Estación Biológica de Doñana-CSIC
jnaves [at] ebd.csic.es

A las razones que generalmente se esgrimen para cazar y sacrificar animales [vertebrados] salvajes (ocio y deporte, eliminación de plagas y competidores, reestablecer equilibrios ecológicos, ejercicio de la tradición, etc.) se añaden, en el caso de las poblaciones de lobos en España, otras que tiene que ver con la conflictividad social. De esta manera, términos como niveles de conflictividad, criterios sociales de gestión, capacidad social de acogida, grados de tolerancia, y otros similares, salpican los documentos técnicos y legales que enmarcan la gestión de la especie en nuestro país [1].

En Asturias, donde el lobo no es considerado especie cinegética, el Decreto 155/2002 que aprueba el Plan de Gestión del Lobo en el Principado, señala la obligación de realizar programas anuales de actuaciones de control, en los que se definan las zonas, los métodos y los cupos de eliminación y extracción de lobos (esto es, cuántos matar o camadas retirar, cómo y dónde) teniendo en cuenta tres criterios: a) los datos poblacionales de lobos, b) la predación sobre ganado atribuida a la especie, y c) la evaluación del grado de conflictividad social existente. El caso asturiano ofrece, por tanto, la posibilidad de entender que es la conflictividad social –o cómo la interpreta la administración con competencias en la gestión en este caso- a la luz de su papel dentro del conjunto de criterios señalados.

Utilizo como material de estudio, como ejemplo, el último Programa anual de control de la población de lobos (2014-2015) elaborado por el Gobierno del Principado de Asturias.

En dicho documento la administración asturiana determina 7 áreas para la gestión de los lobos, más una octava denominada “Áreas sin gestión específica” (Figura 1), y establece el número total previsto de lobos a sacrificar o extraer en cada zona en un año.

Figura 1. Zonas de gestión consideradas en el Programa Anual 2014-2015 para evaluar la demografía de la población de lobos, la predación sobre ganado atribuida a la especie,  y la conflictividad social existente; criterios todos ellos utilizados a la hora de decidir el número de lobos a eliminar o extraer en dichas zonas.
Figura 1. Zonas de gestión consideradas en el Programa Anual 2014-2015 para evaluar la demografía de la población de lobos, la predación sobre ganado atribuida a la especie, y la conflictividad social existente; criterios todos ellos utilizados a la hora de decidir el número de lobos a eliminar o extraer en dichas zonas.

El citado plan de control aporta datos sobre los dos primeros criterios considerados en el Plan de Gestión del Lobo para establecer cupos de lobos a sacrificar (predación sobre ganado, población de lobos), y hace consideraciones genéricas sobre el tercero (conflicto social), sin aportar ninguna observación o detalle de cómo se define el criterio de conflictividad, ni de sus posibles valores.

El planteamiento metodológico de este pequeño ejercicio que propongo es simple: si de la “ecuación” con tres variables que van a justificar la muerte de un número determinado de lobos, conocemos los datos de dos de ellas (predación sobre ganado y población de lobos), podremos cuantificar la desconocida (el grado de conflictividad) una vez despejada. En la Tabla 1 aporto los datos utilizados para el análisis, extraídos del mencionado documento [2].

tabla1
Tabla 1. Datos utilizados en este trabajo. Fuente: Programa anual de control de la población de lobos 2014-2015 y elaboración propia [2].
(i) Se utilizan el número total de grupos (37 seguros y 2 probables) y el número de grupos reproductores, 29, dados en el documento.
(ii) He considerado que una camada – c – equivale a 4 ejemplares, un grupo reproductor equivale a 6 ejemplares; un grupo no reproductor equivale a 2.

He llevado a cabo análisis de regresión donde la variable a que queremos explicar es el número previsto de lobos a eliminar durante un año, en el ejercicio de 2014-2015. En el análisis las variables que a priori pueden explicar ese número de lobos a eliminar son los criterios que establece el Plan de Gestión de los que disponemos de datos: a) el importe pagado por predación sobre ganado (en miles de €), y b) el número de lobos en el año anterior (2013), estimados del nº total de grupos o del nº de grupos reproductores del año anterior (2013). Podemos entender así que la variabilidad en los datos no explicada por las regresiones responde al tercer factor no conocido (el conflicto). Los resultados detallados del análisis se incluyen en las notas al final del documento [3, 4].

Los resultados indican que las variables nº grupos lobos y miles €, las únicas conocidas, explican un 33% de la variabilidad del número de lobos a eliminar [5]. Por lo tanto, 2/3 de la varianza sin explicar estarían asociados al tercer factor de la ecuación, la conflictividad social, que parece por tanto tener un significativo papel a la hora de establecer y aprobar los objetivos de eliminación de lobos en las diferentes zonas  en el periodo 2014-15. Sin embargo, los datos relativos a conflictividad social son desconocidos (nada he podido encontrar en el documento) [6].

No obstante, el análisis que he realizado tiene limitaciones y asume algunas premisas. Señalo algunas:

En primer lugar, he realizado un análisis simple tomando como variables predictoras los datos del año precedente (2013 en este caso). Formalmente los programas anuales deberían establecer los cupos de extracción, según lo dicho en el Plan de Gestión del Lobo (el subrayado es mío):

a partir del análisis de los datos poblacionales recogidos, la evolución del número de daños y la evaluación del grado de conflictividad social existente

Pero ni en el Plan de Gestión ni en los Programas Anuales se aclara qué periodos se utilizan para el análisis de los datos poblacionales, qué periodos se usan para analizar la evolución de los daños, y cómo se evalúa el grado de conflictividad. En cualquier caso, la posibilidad de incluir los datos disponibles de otros programas anuales de control (al menos sobre número de grupos y coste de los daños) en análisis similares a los aquí realizados, permitiría, aumentando el tamaño de la muestra, considerar más variables (por ejemplo, las tendencias o “evoluciones” que señala el Plan) y facilitaría una mejor comprensión de cuáles han sido los criterios utilizados en la realización de los mencionados programas anuales de control de población.

Y en segundo lugar, con este análisis  he pretendido desentrañar cuánto pesa el criterio conflicto social frente a los otros dos criterios con datos conocidos (para el Programa 2014-15). Sin embargo, el análisis no dice nada sobre qué es ese conflicto social, y cómo lo entiende la administración a la hora de establecer los números de lobos a eliminar cada año. De hecho, el significado de los tres criterios no es, a mi entender, muy claro. Porque ¿qué significa que el número de lobos es un criterio a considerar, independientemente de los otros dos? Si ese número de lobos no está definido por los daños ni el conflicto social, ¿a qué tipo de umbral nos estamos refiriendo? Pero volviendo al tema de mi análisis, si la conflictividad social es algo diferente de la predación sobre ganado (o los euros abonados en ese concepto) ¿qué es entonces realmente? ¿pérdidas económicas no valoradas? ¿pura hostilidad?

Creo que nuestra capacidad de hacer las cosas cada vez mejor depende de entender cómo se han hecho. En este caso, racionalizar la gestión de la población de lobos en Asturias. Mi pretensión con este pequeño “ejercicio” es, más que dar resultados o respuestas, sugerir ideas para avanzar en ese camino.

Notas

[1] Grupo de Trabajo del Lobo. 2005. Estrategia para la conservación y la gestión del lobo (Canis lupus) en España. Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza. Conferencia Sectorial de Medio Ambiente. Ministerio de Medio Ambiente.

[2] Ha sido necesario realizar algunas estimas para cuantificar algunos parámetros (p.e., a cuántos ejemplares equivale una camada a extraer o un grupo de lobos a sacrificar). He considerado que una camada equivale a 4 ejemplares; un grupo reproductor equivale a 6 lobos; un grupo no reproductor equivale a 2.

[3] Se construyeron modelos lineales generalizados (GLM) utilizando una función binomial negativa para el ajuste. El análisis realizado con las dos variables simultáneamente incluidas en el análisis (nº de grupos y euros por daños) resulta forzado dado el pequeño tamaño de muestra (N=8 zonas). Se añaden los análisis con una sola variable con objeto de ofrecer mayor seguridad en los resultados.

[4] Resultados de los análisis de los modelos construidos con datos del Programa anual de control de la población de lobos 2014-201). Variable respuesta: número previsto de lobos a eliminar; potenciales variables predictoras con datos conocidos: a) daños (miles de € 2013) y b) el número total de grupos 2013. Los análisis se realizan con los datos de cada zona (N=8).

(i) AIC = Criterio de Información de Akaike (una  reducción de 2 o más unidades respecto al modelo nulo equivale a modelos estadísticamente significativos). (ii) D<sup srcset=2 (%) ≈ varianza explicada de las variables consideradas en cada modelo (en %).” width=”650″ height=”267″>

(i) AIC = Criterio de Información de Akaike (una reducción de 2 o más unidades respecto al modelo nulo equivale a modelos estadísticamente significativos). (ii) D2 (%) ≈ varianza explicada de las variables consideradas en cada modelo (en %).

[5] El escaso poder predictivo de las variables daños y número de grupos de lobos queda patente en que ninguno de los modelos construidos es estadísticamente significativo (AIC < 2 respecto al modelo nulo en todos los casos). En el planteamiento realizado, el conflicto social debe de ser el factor que aportaría consistencia (significación) al modelo al acumular el grueso de varianza. Los resultados obtenidos con el número de grupos reproductores en vez de los mostrados con el número de grupos de lobos total son similares (no los anoto para no aburrir en exceso con los números).

La zona denominada Áreas sin gestión específica, con 63.9 mil € de daños atribuidos a los 3 grupos de lobos existentes y una propuesta de eliminación de todos los ejemplares (14 estimados en estos análisis) juega un papel clave en la falta de proporcionalidad de los criterios (y por tanto en los resultados obtenidos). Podemos comparar esta zona con, por ejemplo, la zona 01-Noroccidental con algo menos coste de daños (43.3 mil €) y el mismo número de  grupos de lobos (3) pero donde está prevista la eliminación de dos ejemplares.

Hay que ser prudentes en la interpretación de los valores absolutos de los números de lobos a eliminar o extraer previstos en caza zona (y para el año estudiado). El análisis realizado observa simplemente si la distribución del número total de lobos previsto a sacrificar en el conjunto del año entre las diferentes zonas guarda proporcionalidad respecto a los criterios (daños y nº de lobos) con objeto de atribuir el resto de la varianza al tercer factor (conflicto social). No estoy examinando el efecto demográfico (y por extensión ecológico) que esos números puedan tener sobre la población de lobos.

[6] Fernández-Gil (2013) llega a similares conclusiones mediante un análisis diferente, considerando (para el periodo 2006-2009) el número de lobos sacrificado realmente (no el previsto) como variable respuesta y como variables explicativas el número de grupo de lobos, los daños (€) y el número de noticias sobre daños en un periódico regional de Asturias como indicador del conflicto social. El número de noticias parecía ser la variable con mayor poder explicativo del número de lobos que fueron realmente sacrificados.